La Capsula Informativa: Chaves Nogales, corresponsal en la gran debacle

Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897-Londres, 1944) es seguramente el periodista español más importante del siglo XX. Y su presencia en el XXI, por fortuna, es ya abrumadora. Desde que la profesora sevillana Isabel Cintas lo rescató en una biografía hace ya unos años, su obra no ha parado de editarse o reeditarse. Muchas editoriales lo han hecho. Y es que, durante décadas, de Chaves Nogales no se conocía nada más que Juan Belmonte, matador de toros, la gran biografía que originalmente publicó por entregas la revista Estampa en 1935 y que se editó como libro en el franquismo. Durante décadas, miles de españoles conocían el nombre de Chaves Nogales gracias a ese libro. Pero solo ese.
Ahora, con un público chavesnogalista ya amplio y con muchos libros de este autor disponibles, la editorial sevillana El Paseo, gracias a un estudio y selección de Yolanda Morató, nos presenta en tres tomos las crónicas (600) que el periodista escribió en el exilio. Primero en París, años 1939 y 1940 —con la inminencia de la llegada de Adolf Hitler— y luego en Londres, donde murió en 1944. En este primer tomo que nos ocupa se recogen trabajos parisinos. Es importante señalar que todos estos textos de esos cinco años se publican ahora por primera vez en España, donde eran desconocidos.
Chaves Nogales trabajó mucho. Era un estajanovista. Había días en los que publicaba hasta tres crónicas y artículos. Algunos los redactaba directamente para periódicos europeos o de hispanoamérica con los que tenía vínculos. Otros los distribuían agencias como Havas y veían la luz en innumerables cabeceras. También el autor aprovechaba algunos artículos para, cambiándolos mínimamente, o adaptándolos para el público de otra cabecera, volver a utilizarlos, de ahí lo dificultoso de establecer el número exacto. A esa dificultad se añade que algunas traducciones de esas crónicas pudieran ser tomadas como algo más que un mero trasvase a otra lengua, pudiendo considerarse diferentes en una u otra versión. Sea como fuere, estamos ante unas joyas. Ahora rescatadas.
Después de ejercer el periodismo en su Sevilla natal, de un breve paso por un periódico de Córdoba, fue redactor jefe de El Heraldo de Madrid y director del Ahora, periódico adicto al uso de la foto y el gran reportaje, progresista, azañista y radical defensor de la democracia. Contrario a los excesos. Durante toda esa carrera, y hasta que tuvo que salir de España porque lo hubieran fusilado tanto los hunos como los otros, escribió relatos como A sangre y fuego, libros como La defensa de Madrid, El maestro Juan Martínez que estaba allí (un bailaor por Rusia), La caída de Francia y La Rusia de los zares. Viajó mucho, entrevistó a Joseph Goebbels y a grandísimas personalidades, fue pionero en el uso del avión y escribió miles y miles de artículos. Su ya famoso andar, ver y contar. Cuando se estableció en Francia, nada escapaba de su mirada. Estas crónicas son también una suerte de diario. Con entradas, artículos, costumbristas o políticos. Cómo se celebra la Nochebuena, cómo visten los parisinos, cómo celebraban las familias las grandes ocasiones, cómo es el peso del recuerdo de la Primera Guerra Mundial, qué ambiente hay en los cafés. Con una prosa ágil, periodística, aguda.
El 11 de mayo de 1940, con Italia entrando en la Guerra, anotó: «La justicia inmanente da a los hombres una fuerza inmensa, incalculable, y esta frase se puede aplicar hoy al pueblo de París, que puede haber cometido sus pecados pero que ante el látigo de la injusticia reacciona con una violencia sobrehumana […]. Mussolini trajo el estímulo más fuerte al pueblo francés ». Francia es admirable, y no hay duda de que, a pesar de las rayos X de Chaves Nogales que dominan la depravación de la moral francesa contra Hitler, este último cayendo ante Hitler, con poca resistencia a llegar a la cocina. Original.
Para el periodista, la conflagración mundial, «es alentada por instintos tan primarios que no puede servir sino para la ruina del propio pueblo». Junto a estos artículos opinativos, están los reporteriles: «He salido a las afueras de París y he recorrido varios pueblos de la banlieu al Norte de París por donde ya se puede escuchar el clamor de los cañoneos que anuncian la guerra. La sensación que se tiene en estos pueblos es que la calma es impresionante. Evacuado todo lo prescindible, todo el mundo está en su puesto».
Ejecutada por los nazis la invasión de Polonia, el uno de septiembre del 1939, Chaves Nogales escribe abundantemente sobre los planes de los teutones. Dice en febrero de 1940 en una crónica titulada Supera la crueldad nazi a los bárbaros: «La dominación hitleriana se asienta no en el sometimiento y explotación del vencido, no en la imposición de una ley más o menos dura, sino en el aniquilamiento total del adversario». Se trata de «extirparlo mecánicamente, suprimiendo a masa enormes de humanidad y reduciendo a esclavos a los supervivientes». Y eso que el desastre no había hecho más que comenzar, pero él ya lo advierte: «Los alemanes tienen en sus manos una organización política, unos campos de concentración y una vasta organización policiaca que ha proporcionado a los nacionalsocialistas un instrumento de dominación del mundo con el que hubiera soñado Gengis Khan». Pero claro: «El mundo y las gentes, ingenuas, se resisten a creerlo» y cuando se oye hablar de que han invadido Polonia lo que imaginan son escenas típicas de un Ejército victorioso entrando en una ciudad. Sin más males o dramatismos.
Pronto, Chaves Nogales, algo incrédulo y entre evacuados, se trasladó a Londres. En la capital británica siguió viendo y contando, caminando, recogiendo testimonios, escribiendo y tratando de reflejar la realidad y comprender la sinrazón. Hasta su último aliento. Contándonos el día a día de una época tan negra como apasionante.
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