La capsula Informativa: La belleza de la rutina

«Cada vez que lo consideres necesario.
Enciende un sueño y déjalo arder en ti».
William Shakespeare
Es de noche. Tu quizás leas esto de madrugada, porque no puedas dormir. O porque te haya despertado la puerta de tu vecino. Quizás lo hagas mientras desayunas un café exprés antes de coger el coche e ir al trabajo. A lo mejor vas en el autobús para descambiar los zapatos que te compraste en un impulso pero que sabes que no te los vas a poner. Y puede que lo leas cuando estabas esperando ese mensaje que quizás, te remueve por dentro, o te provoca una sonrisa desaforada.
La belleza de la rutina está en los ojos con los que la miras. Porque el enfoque, como en la fotografía, el estado de ánimo o la situación que te ha tocado vivir, va a depender de la forma en la que ves.
Una no puede elegir cómo los demás reaccionan a nuestro paso. Ni cómo se toman nuestra ayuda o nuestra ausencia. Una a veces se encuentra en un lugar de trabajo hostil, donde la basura que le rodea es más que evidente, donde la gente no llega a valorar el trabajo que realizas o la dedicación y cariño que le pones. Pero si depende de ti cómo te lo tomas, la forma en la que lo ves.
Esto no quiere decir que tengamos que ver lo negro blanco, aceptar palabras o actitudes que no son ni propias ni dignas. Tampoco que el optimismo nos lleve a unos niveles de surrealismo que nos hagan rozar las nubes sin mirar dónde pisamos.
Porque la esperanza no es negar la realidad, sino caminarla con los ojos abiertos y el corazón valiente.
No se trata de fingir que todo va bien, sino de reconocer que incluso en medio del caos, hay instantes de luz, abrazos que sostienen, y pequeñas certezas que nos recuerdan que seguimos en pie.
El optimismo real no evade, abraza. No huye del dolor, lo mira y lo honra, sabiendo que todo pasa, pero no todo se olvida.
Ser optimista no es flotar… es aprender a nadar entre corrientes, elegir a diario no rendirse, y confiar, aunque a veces cueste, en que la vida también sabe ser justa cuando menos lo esperamos.
Durante mucho tiempo creí que la rutina era sinónimo de monotonía, de una vida apagada, sin chispa.
Pero con el tiempo y sobre todo desde que soy madre, he descubierto que, a veces, la auténtica belleza no está en lo extraordinario… sino en lo constante.
En el café de las mañanas, que huele igual cada día pero sabe diferente cuando lo tomo con calma.
Las pequeñas manos que me despiertan con su calor tibio y su forma de aferrarse a mí como si yo fuera el mundo entero.
Los «buenos días», los expedientes repartidos, los paseos que parecen iguales… pero nunca lo son del todo. En la cama deshecha, las risas al final del día, el olor del jabón de siempre.
La rutina tiene una música suave, casi imperceptible. Es la que nos sostiene cuando todo fuera tiembla.
La belleza de la rutina está en que no exige, solo acompaña.
Es ese refugio al que volvemos para recordarnos quiénes somos cuando todo cambia.
Es el marco que contiene los momentos importantes, y también los pequeños instantes que un día, lo sabremos, fueron la vida.
Porque al final, no serán los grandes acontecimientos los que nos den paz, sino esos gestos cotidianos que se repiten con amor.
La rutina no es el enemigo. A veces, es el lugar más seguro del mundo.
Por esas rutinas que parecen simples, pero que en realidad tejen la trama invisible de nuestra felicidad diaria. Por esos momentos repetidos que, sin hacer ruido, construyen el hogar donde el alma descansa y el corazón aprende a amar.
Nos leemos en breve. Feliz Verano!
Con amor,
I.
Please follow and like us: