La capsula Informativa: Ser la luz del mundo

«Vosotros sois la luz del mundo»
Mateo 5:14-16
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará?
No vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente.
Vosotros sois la luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte;
ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín,
sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa.
¿Cuántas veces nos hemos sentido algo perdidas o desbordadas a lo largo de nuestra vida? ¿De nuestro día a día? Las noticias que corren y nos asaltan, perturban nuestra mente: asesinatos, guerras, injusticias, riesgo de otro apagón, violencia, conflictos…
Lo que nos rodea es de tal calibre que salir de la cama y andar por el mundo es un acto heróico y prácticamente de supervivencia. Nadie en su sano juicio se siente impasible porque al final, de un modo u otro, nos alcanza. Mirar a otro lado es simplemente momentáneo.
El mundo parece que se rompe a pedazos y ahí estamos nosotras, en medio de ese maremagnun, cual hormiguitas que vive en un mundo de gigantes, sorteando obstáculo y tratando de que al final nadie te pise (en el sentido literal o figurado). Cuidamos de la pequeña parcela que nos corresponde y con tanta negatividad, con tanto horror, sacar un instante de positividad a veces parece hasta contradictorio.
Pero afortunadamente, en medio de todo ello siempre hay personas que son ese faro en el camino. Personas que no detinen la tormenta, que no pueden coger el timón de tu barco pero sí te indican cómo regresar a casa. Personas que son esa luz que en las tinieblas de las dudas, de los miedos, de la desesperación o desidia te demuestran que no estas sola.
La reflexión de hoy espera ser ese rallo de esperanza para que confies en que al final, al otro lado de la balanza, siempre hay personas dispuestas a cambiar desde su lugar, ese trozo del mundo que pisa. Porque una palabra de ánimo te hace abrir los ojos. Que te tiendan la mano te ayuda a poner el otro pie y continuar la marcha. Un abrazo te da el calor suficiente para respirar profundamente, coger aire y sonreir de nuevo.
Todas somos luz en el mundo. Pequeño destello en la vida de las personas que nos rodean. Y de todas ellas recibimos esa pequeña luz. Luz que adopta diferentes formas, pero que en contadas ocasiones se apaga.
Hay días en que brillamos con fuerza y otros en los que solo parpadeamos buscando un poco de calor en la oscuridad.
Pero incluso entonces, nuestra luz sigue viva, esperando el soplo suave de otra llama para volver a arder, de una brújula que cual faro, nos indique hacia dónde continuar.
Y quizá de eso se trate: de entender que no estamos aquí para deslumbrar sino para alumbrar el camino los unos a los otros. Que no hacen falta grandes gestos, solo presencia, escucha, una mirada que sostenga. Comprender a la otra persona. Ayudarle en su transitar con la predisposición de sostener.
Ser luz no es brillar más que nadie, es no dejar que la oscuridad apague lo que somos.
Porque cuando una luz se enciende, otras se encienden a su alrededor.
Y sin darnos cuenta, el mundo empieza a brillar de un modo más sereno, más humano, más verdadero.
¡Varitas arriba!
Nos leemos en breve. Con amor,
I.

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