Fue una hermosa noche de tenis, pero con un desenlace indeseado. Garbiñe Muguruza guerreó de principio a fin, con un ligerísimo impasse de bajada de brazos, simple fruto del aturdimiento, cuando la tormenta planteada por Petra Kvitova arreció y se transformó en un tsunami de juego ante el que no quedó mayor opción que la de remar y poner la raqueta, y apretar los dientes por si en algún momento la checa desistía, pero no ocurrió. Estuvo inmensa Kvitova, pletórica, y finalmente apeó (7-6 y 6-3, en 1h 46m) a la virtual número uno, a la que al menos le queda el consuelo de no poder reprocharse nada, o poquita cosa.

Irrumpió Muguruza en Flushing Meadows con una dinámica fabulosa, después de entronizarse en Wimbledon y con el título de Cincinnati bajo el brazo; expectativas altísimas, por lo tanto, y más con el arranque que protagonizó y la continuación que tuvo en los dos siguientes partidos, resueltos todos con una autoridad incontestable. Sin embargo, esta vez dio con una jugadora de altísimo calibre que transporta a la espalda una de esas historias de superación que estremecen, porque hace menos de un año Kvitova fue apuñalada en su casa por un asaltante y su mano izquierda estuvo a punto de quedarse inservible.

Volvió hace cuatro meses, en París, y después de la demostración de ayer se puede decir que el tenis la ha recuperado plenamente. Mientras, Muguruza se llevó un revés, porque le estimulaba adornar el ramillete de Grand Slams con el de Nueva York y garantizarse el número uno, una recompensa que llegará, más temprano que tarde posiblemente, pero que ahora mismo está en el aire. Para retener el mando virtual que alcanzó llegando a los cuartos, debe darse la siguiente situación: que Karolina Pliskova no desembarque en la final y que Elina Svitolina caiga antes de las semifinales.

“No es una decepción muy grande porque sabía que este partido era muy difícil”, afirmó la española. “Por el hecho de ir jugando muy bien no significa que todos estos partidos van a caer de mi lado. No me voy triste de aquí esta vez. Aprenderé de esta derrota, pero ella ha sido capaz de jugar de una forma increíble. Me voy contenta de aquí y ahora queda la última parte del año, en la que quiero dar un último empujón para terminar bien”, prolongó Muguruza, la tenista más regular de la temporada y por lo tanto posicionada en el primer lugar de la Race.

«¿El número uno? Prefiero ganármelo»

“Me encantaría ser la número uno, pero me encantaría mucho más ganármelo. Si lo consigo me hará ilusión, pero me gustaría más jugar el partido que me lo diese. Sé que tendré mis opciones si juego de esta manera”, indicó la bicampeona del Grand Slam, que en el primer parcial dispuso de una renta de 4-1 y varias bolas para abrir todavía más brecha, pero no lo hizo y después vino la gran ola. Kvitova desencadenada, abriendo una herida y remontando; una catarata de derechas planas y dañinas (24 ganadores, por solo siete de Garbiñe), y un severo castigo al resto de los segundos servicios.

Muguruza no volvió la cara, pero le faltó definición. Arrancó la segunda manga con un break, pero recibió réplica y luego, en los escasos momentos de flaqueza que tuvo Kvitova, no se reenganchó. Sorteó una bola de partido e incluso estuvo muy cerca de equilibrar el marcador –tuvo opción para 5-4 y saque–, pero le faltó resolución –tres aciertos en las 12 opciones de rotura que tuvo– y la checa puso la sentencia con una última ráfaga de estacazos. Fue, lo dicho, una noche de tenis de altos quilates. Broche de oro para Kvitova y un adiós inesperado de Muguruza.